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viernes, 2 de marzo de 2012

POR ATRASADOR

Casi no la cuenta
Mario Ortiz fue un jugador chileno que llegó al Carlos Mannucci de Trujillo en 1993. Era el típico refuerzo extranjero de los que solían llegar en esa época y sobre todo a provincias, es decir, un perfecto desconocido. Ortiz sin embargo tenía una historia, algo peligrosa pero igual de entretenida, que contar. Un día, en los vestuarios, sus compañeros notaron que tenía una cicatriz en la nalga, por lo que intrigados le preguntaron cómo se la había hecho. El chileno, suelto de huesos, contó que mientras jugaba en Bolivia inició una relación prohibida con una mujer que ya tenía pareja. El ofendido esposo no encontró mejor manera de defender su honor que perseguiendo a balazos al amante, con tan buena suerte para éste, y mala para el francotirador, que sólo llegó a atinarle en una nalga. No tenemos noticia que en su estancia norteña haya vivido una historia similar, por lo que deducimos que semejante experiencia le ayudó a no mirar a mujer ajena. La letra con sangre entra dirían las abuelas...

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